Con esta serie intenté escribir a
grandes rasgos lo que una defensa del matrimonio conllevaría. Sé que las
entradas son insuficientes y que se necesita un estudio más detallado para
lograr el peso necesario para una defensa sólida. Sin embargo, creo que muchos
de mis argumentos se sostienen de buena manera. Ya será una tarea para después
fortalecer estos argumentos de manera que sean una herramienta efectiva para
combatir las definiciones equivocadas del matrimonio.
Terminaré esta serie y esta
entrada con una pequeña reflexión del debate sobre el matrimonio. Los que
apoyan el matrimonio homosexual, por lo que he observado, no les interesa el
debate. Por eso atacan los argumentos más estúpidos (aunque más que ataques son
burlas para agradar a quienes piensan como ellos) y no proponen nada. Para
ellos la cuestión ya está ganada y sólo queda que el Estado les dé el sello de
aprobación. La culpa de esto la tienen, en parte, quienes defienden el
matrimonio, porque se limitan intelectualmente. Se piensa que apelando a ciertas
emociones se logrará superar este problema.
La solución final es
armarse con las herramientas intelectuales necesarias para destruir los débiles
argumentos contrarios y, al mismo tiempo, emprender una campaña contracultural
para propagar la definición correcta del matrimonio. Con lo último, me refiero
a crear arte que inspire a seguir la definición correcta del matrimonio y que
opaque la campaña de destrucción que el arte “progresista” ejecuta. Solamente
si pensamos que se puede ganar esta guerra (y sí que se puede), lograremos
vencer.