Podría parecer que la definición
verdadera del matrimonio es muy cruda. No habría lugar para el amor en esta
definición. Pero eso está alejadísimo de la realidad. El matrimonio implica
amor, pero este tiene su sitio. Los que intentan reinventar el matrimonio ponen
al amor en un sitio equivocado: el centro. Así no sólo la belleza de un buen
matrimonio es destruida, sino también la belleza del amor marital. Este tiene
su expresión y su lugar debido que, en armonía con los otros elementos, eleva
al matrimonio. Esta entrada tendrá como objetivo la explicación del lugar del
amor marital y como este se debe expresar.
Afirmar que el amor marital no es
central en un matrimonio no le resta ni una pizca de importancia. Si este fuese
el centro, el matrimonio tendría como fin a los esposos y no a los hijos. Es
decir, los hijos serían un accesorio y estarían subordinados a la felicidad de
sus padres. Pero si esto fuese así, no se pondría un gran peso en la
procreación de hijos. Criar a un niño no es proceso lleno de felicidad. Si la
felicidad de los esposos fuese fundamental, los niños no estarían considerados
dentro de un matrimonio. Sin embargo, como se ha visto en entradas anteriores,
en un matrimonio siempre se espera algún hijo.
Asimismo, el amor marital no
puede confundirse con un sentimiento. Los sentimientos son pasajeros, por lo
que no podría esperarse construir algo permanente sobre algo pasajero. El amor
marital, como cualquier amor verdadero, es algo que se construye con el tiempo
y que no garantiza sentirse feliz todo el tiempo. De esta manera, si se piensa
que el amor marital es un sentimiento, no se puede exigir que el matrimonio sea
permanente. Pero el matrimonio es permanente por la crianza de los hijos.
El amor marital debe estar
subordinado a su propósito. En este caso, los esposos deben amarse, esto es,
buscar el bien del otro, para poder lograr el propósito del matrimonio. Un hijo
puede sentir que sus padres no se aman y esto tiene consecuencias en cómo se
relaciona este con los otros. Con el amor marital, los esposos cumplirán mejor
el propósito de su matrimonio, ya que aquel es beneficioso para ellos y para
sus hijos.
En conclusión, el amor marital no
es lo central en un matrimonio, pero aquello no le resta importancia. Poner al
amor marital en el centro de un matrimonio lo convertiría en una institución
frágil y sin sentido. No se debería fundar un matrimonio con esa base, sino con
una base objetiva y duradera: la responsabilidad compartida en la crianza de
los hijos. En la próxima entrada se comentará sobre los supuestos usos del
matrimonio.